martes, 3 de abril de 2012

Iba caminando cuando lo ví, cuando lo volví a ver después de un tiempo. Como acostumbro, iba totalmente inmersa en cualquier lugar menos en los rostros de la gente que camina a mi lado o se cruza conmigo, en este caso estaba con una amiga cuando el pasó y se hizo notar. No me pregunten cómo fue que lo vi, creo que fue que en mi disperción lo note, sobresaltando entre tantas caras iguales. Solo se que sonrió y se avalanzó sobre mí, me abrazó como si el mundo se terminase con mi cuerpo, como si no hubiese notado que estaba acompañada. Es más alto que yo, asique suelo pararme en un estilo de puntas de pie para rodearlo con apenas un solo brazo por un hombro y darle un beso en la mejilla. Mi amiga se reía complice de su demostración. Me reía en cierto punto con ella de la situación, de verguenza, de sus ojos que me miraban intentando hablar sin poder hacerlo. Hablamos de algunas cosas al pasar, y sentí tu pesar al despedirte, lo hubieses prolongado, después de todo pareces evitar esos momentos a solas conmigo, miedoso a cometer un error, a llegar a lo inapropiado, a herir a terceros. Me evitas y lo se, lo noto, es evidente. Tu cara de santo te vende, no puedes evitarlo. 

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