sábado, 17 de diciembre de 2011

Hubiese deseado que se detuviera el tiempo, y poder hacer que ese momento durase para siempre, eternamente. O al menos, retenerlo en mi cabeza intácto. Si hubiese sido por mi, nadie me hubiese separado de vos, nadie ni nada. Si hubiese sido por mi, esto ahora no lo estaría escribiendo y no estaría pensando que hubiese sido de nosotros. Si el tiempo se hubiese detenido, al menos tendría ese recuerdo, tan mío como tuyo, sin sufrir los cambios que el dolor y las lágrimas derramadas fueron desgastando, borrando. Ahora me queda preguntarme que será de vos, de tu vida. Quién será la afortunada de besarte y abrazarte mientras yo me regodeo en el pasado que ya no es más presente, que debería ser pero no es. Todavía nos imagino, como en un sueño lejano, encontrándonos en el aeropuerto, llendo a tu lugar preferido, nos soñe sin dejarnos ir. Como todo en la vida se termina, los sueños e incluso la misma realidad, no me queda más que rememorar cerrando los ojos, repasando cada recoveco de tu cara, rearmando poco a poco con dificultad como te recuerdo. Tu sonrisa, haciendose paso entre el cansancio y el dolor. Tus mejillas rosadas, llenas de tanto amor. Tu pelo despeinado, casual y deseable. Tus brazos, lo suficientemente grandes para rodearme, envolverme y protegerme. Tu pecho destellante, musculoso, para sujetarte y hacer un mapa, una carta, una de las que nunca te di. Tus piernas, para caminar a mi lado y tus manos, acogedoras para no soltarme más. Sí, estoy ahora cerrando los ojos y pensandote. Pensando que si te pienso, me pensarás y me recordarás con la misma cantidad de detalles con la que yo te recuerdo. Deseando que no me hayas olvidado, que no me hayas borrando entre llantos en la almohada, deseando poder hacerte realidad, poder tenerte acá, o estar yo donde sea que estes. Hubiese dado mi último aliento por hacer que dure, que dure tanto como en mi cabeza y sobre todo, en mi corazón. 

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