Cada vez que veo su sonrisa pido a dios que no desaparezca, cada vez que veo sus labios me dan ganas de besarlos, cada ves que veo sus ojos verdes me dan ganas de perderme en ellos, cada vez que veo
su culo me dan ganas de apretarlo y no soltarlo.
Cuando lo veo, una gota inocente me cae lentamente por detrás de la oreja, incitándome a dejarme llevar. Cada vez que lo veo mi mundo se desmorona y vuelve a resurgir intacto, pero eso si, con una gota más del perfume del deseo.
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